Unbound Playground
Vídeo y fotografía de Colby Elliot
Para algunos la Unbound es toda una carrera. Para la mayoría es una experiencia vital.
Unbound Playground
Puede que no me conozcas, pero soy alguien como tú. Soy Erwin Sikkens y como a ti, me encanta montar en bici, afrontando algunos retos de vez en cuando. Seguir a mi corazón me llevó a formar parte del equipo Cannondale, pero eso no me ha convertido en un pro. A pesar de mi lema “party pace wins the race” (a ritmo se gana la carrera) actualmente nunca participo en competiciones. He pasado muchos años buscando y montando en los mejores entornos gravel europeos. La mayor parte del tiempo me puedes encontrar recorriendo los prados de detrás de casa, o haciendo bikepacking atravesando Europa.
A primera hora de la mañana me encuentro en medio de una multitud justo antes de comenzar la carrera. Intento averiguar si estoy en la posición correcta de salida comparándome con otros corredores a mi alrededor. Muchos cosas me pasan por la cabeza. ¿Cómo será luchar con el viento? ¿Aguantarán los neumáticos en esas rocas afiladas? ¿Terminaré antes de media noche? ¿Incluso antes de oscurecer? ¿Estoy suficientemente preparado? Dan el pistoletazo de salida. Más de 320 km por delante.
Después de una salida rápida veo a los pros alejarse en la distancia. No tardo mucho en saber que no debería estar corriendo en su carrera, y me planteo bajar el ritmo. Hoy hay que centrarse en divertirse más que en ir rápido. Pasan las primeras horas y muchos corredores ya se encuentran rodando en grupos buscando refugiarse del viento. Yo no me he metido en ninguno, y estoy aquí, batallando sólo contra el viento de cara. Claro, puedo elegir forzarme al máximo y sufrir, o puedo tomármelo con calma y pasarlo bien sobre la bici. Elijo lo último.
Con la recta de meta llena de gente, lo que se siente al finalizar la Unbound, en plena oscuridad, debe de ser muy parecido a lo que se siente al ganarla. El ruido ensordecedor de la multitud animando a cada corredor hace a todo el mundo sentirse especial. Se me escaparon unas lágrimas de felicidad al terminar. No por finalizar, porque para mi no se trataba de alcanzar la meta, sino del viaje en sí. Rodar con mi gravel siempre ha sido una excusa para divertirme, conocer gente y descubrir los lugares más interesantes. Me encantó cada segundo de esta aventura y siempre recordaré la experiencia.